Javier Hermoso de Mendoza
Javier Hermoso de Mendoza
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Nota: Enviado a El País del País Vasco el 20 de abril de 2004, en ese periódico fue publicado, con algunos cambios, dos días después.

POMPA Y BOATO

Nunca me han gustado José Bono y Juan Carlos Rodríguez Ibarra como dirigentes políticos. Siempre los he visto demasiado locuaces, buscando un protagonismo que con frecuencia no les correspondía, y más pendientes de si mismos que del interés de su partido. Han sido los compañeros que más quebraderos de cabeza han dado a José Luis Rodríguez Zapatero, y seguirán siéndolo.

Ibarra volverá a salirse del tiesto haciendo tronar su voz allí donde no le llaman, con un discurso más coincidente con el del PP que con el de su partido, y, todo ello, por no conformarse con la labor que le han dado los electores. En Bono, más inteligente y complejo, sólo alienta el cultivo de su ego y el buscar reconocimiento y poder, lo cual le hace decirse socialista cuando política e ideológicamente podía estar en una de esas corrientes centristas que hay en el Partido Popular. Siempre he visto en él un político populista y demagogo. Recuerdo cuando se enfrento a Borrel en base a un discurso pseudo-ecologista que defendía las Hoces del Cabriel mientras permitía la desaparición de las Tablas de Daimiel.

Ahora, la desmesura de su toma de posesión como ministro nos da otro ejemplo de su carácter. Mientras sus compañeros, con sencillez y humildad tomaban posesión de sus cargos, y con verdadero sentimiento recordaban a las víctimas del terrorismo, él buscó protagonismo, pompa y boato, en evidente salida de tono que contrasta con el espíritu que Zapatero quiere imponer a su Gobierno. A ese personaje, tan pagado de sí mismo y con tanto afán de protagonismo, ha hecho bien Zapatero en nombrarlo ministro de Defensa. Así lo tendrá controlado en un ministerio de escaso protagonismo una vez retornadas las tropas de Irak, con el cual acabará su trayectoria política.

ARRIBA © 2003-2005 Javier Hermoso de Mendoza